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Cartas
Carta de José Martí al General Máximo Gómez.
Introducción escrita por Rafael Edgar Puente Roca:
En esta importante carta a Gómez, 11 años antes del estallido de la
segunda guerra de independencia y seis años después de haber concluido
la primera, Martí establece claramente en qué condiciones está dispuesto
a luchar por Cuba y cómo no es posible apoyarse en las necesidades de un
pueblo que anhela ser liberado, para luego establecer un régimen
despótico. Es un documento que refleja la extraordinaria visión política
de Martí, quien luego concilió sus diferencias con el propio Gómez y con
el general Antonio Maceo, y emprendió con ellos la contienda de 1895.
New York, octubre 20, 1884
Sr. Gral. Máximo Gómez
N.Y.
Distinguido General y amigo:
Salí en la mañana del sábado de la casa de Ud. con una impresión tan
penosa, que he querido dejarla reposar dos días, para que la resolución
que ella, unida a otras anteriores, me inspirase, no fuera resultado de
una ofuscación pasajera, o excesivo celo en la defensa de cosas que no
quisiera ver yo jamás atacadas, -sino obra de meditación madura: -¡qué
pena me da tener que decir estas cosas a un hombre a quien creo sincero
y bueno, y en quien existen cualidades notables para llegar a ser
verdaderamente grande!- Pero hay algo que está por encima de toda la
simpatía personal que Ud. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de
oportunidad aparente: y es mi determinación de no contribuir en un ápice,
por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi
tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y
funesto que el despotismo político que ahora soporta, y más grave y
difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes,
embellecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo.
Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento: -y cuando
en los trabajos preparatorios de una revolución más delicada y compleja
que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar
todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la
lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la
intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer
servir todos los recursos de fe y de guerra que levante este espíritu a
los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados
que se presentan a capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de
que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la
lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General?: ¿los
servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón,
los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes
y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se
disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él?
¿La fama que ganaron Uds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y
prudencia, van a perderla en otra?- Si la guerra es posible, y los
nobles y legítimos prestigios que vienen de ella, es porque antes existe,
trabajado con mucho dolor, el espíritu que la reclama y hace necesaria:
-y a ese espíritu hay que atender, y a ese espíritu hay que mostrar, en
todo acto público y privado, el más profundo respeto; - porque tal como
es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable
el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales
de gloria o de poder, aunque por ella exponga la vida.&emdash;El dar la
vida constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente.
Ya lo veo a Ud. afligido, porque entiendo que Ud. procede de buena fe en
todo lo que emprende, y cree de veras, que lo que hace, como que se
siente inspirado de un motivo puro, es el único modo bueno de hacer que
hay en sus empresas. Pero con la mayor sinceridad se pueden cometer los
más grandes errores; y es preciso que, a despecho de toda consideración
de orden secundario la verdad adusta, que no debe conocer amigos, salga
al paso de todo lo que considere un peligro, y ponga en su puesto las
cosas graves, antes de que lleven ya un camino tan adelantado que no
tengan remedio. Domine Ud., Gral,. esta pena, como dominé yo el sábado
el asombro y disgusto con que oí un inoportuno arranque de Ud., y una
curiosa conversación que provocó a propósito de él el Gral. Maceo, en la
que quiso ! locura mayor! darme a entender que debíamos considerar la
guerra de Cuba como una propiedad exclusiva de Ud., en la que nadie
puede poner pensamiento ni obra sin cometer profanación, y la cual ha de
dejarse, si se la quiere ayudar, servil y ciegamente en sus manos. -¡No:
no por Dios!: -¿pretender sofocar el pensamiento, aun antes de verse,
como se verán Uds. mañana, al frente de un pueblo entusiasmado y
agradecido, con todos los arreos de la victoria? La patria no es de
nadie: y si es de alguien, será, y esto sólo en espíritu, de quien la
sirva con mayor desprendimiento e inteligencia.
A una guerra, emprendida en obediencia a los mandatos del país, en
consulta con los representantes de sus intereses, en unión con la mayor
cantidad de elementos amigos que pueda lograrse; -a una guerra así, que
venía yo creyendo-porque así se la pinté en una carta mía de hace tres
años que tuvo de Ud. hermosa respuesta- que era la que Ud. ahora se
ofrecía a dirigir;- a una guerra así el alma entera he dado, porque ella
salvará a mi pueblo;- pero a lo que en aquella conversación se me dio a
entender, a una aventura personal, emprendida hábilmente en una hora
oportuna, en que los propósitos particulares de los caudillos pueden
confundirse con las ideas gloriosas que los hacen posibles; a una
campaña emprendida como una empresa privada, sin mostrar más respeto al
espíritu patriótico que la permite, que aquel indispensable, aunque muy
sumiso a veces, que la astucia aconseja, para atraerse las personas o
los elementos que pueden ser de utilidad en un sentido u otro; a una
carrera de armas, por más que fuese brillante y grandiosa, y haya de ser
coronada con el éxito-, y sea personalmente honrado el que la capitanee;-a
una campaña que no dé desde su primer acto vivo, desde sus primeros
movimientos de preparación, muestras de que se la intenta como un
servicio al país, y no como una invasión despótica;-a una tentativa
armada que no vaya pública, declarada, sincera y únicamente movida del
propósito de poner a su remate en manos del país, agradecido de antemano
a sus servidores, las libertades públicas; a una guerra de baja raíz y
temibles fines cualesquiera que sean su magnitud y condiciones de éxito
- y no se me oculta que tendría hoy muchas - no prestaré yo jamás mi
apoyo.-Valga mi apoyo lo que valga, y yo sé que él, que viene de una
decisión indomable de ser absolutamente honrado, vale por eso oro puro
,-yo no se lo prestaré jamás.
¿Cómo General, emprender misiones, atraerme afectos, aprovechar los que
ya tengo, convencer a hombres eminentes, deshelar voluntades, con estos
miedos y dudas en el alma? -Desisto, pues, de todos los trabajos activos
que había comenzado a echar sobre mis hombros.
Y no me tenga a mal, General, que le haya escrito estas razones. Lo
tengo por hombre noble, y merece Ud. que se le haga pensar. Muy grande
puede llegar a ser Ud.,-y puede no llegar a serlo. Respetar a un pueblo
que nos ama y espera de nosotros, es la mayor grandeza. Servirse de sus
dolores y entusiasmos en provecho propio, sería la mayor ignominia.- Es
verdad, Gral., que desde Honduras me habían dicho que alrededor de Ud.
se movían acaso intrigas, que envenenaban, sin que Ud. lo sintiese, su
corazón sencillo; que se aprovechaban de sus bondades, sus impresiones y
sus hábitos para apartar a Ud. de cuantos hallase en su camino que le
acompañasen en sus labores con cariño, y le ayudaran a librarse de los
obstáculos que se fueran ofreciendo - a un engrandecimiento a que tiene
Ud. derechos naturales.- Pero yo confieso que no tengo ni voluntad ni
paciencia para andar husmeando intrigas, ni deshaciéndolas. Yo estoy por
encima de todo eso. Yo no sirvo más que al deber, y con este, seré
siempre bastante poderoso.
¿Se ha acercado a Ud. alguien, Gral., con un afecto más caluroso que
aquel con que lo apreté en mis brazos desde el primer día en que le ví?
¿Ha sentido Ud. en muchos esta fatal abundancia de corazón que me
dañaría tanto en mi vida, si necesitase yo andar ocultando mis
propósitos para favorecer ambicioncillas femeniles de hoy o esperanzas
de mañana? Pues después de todo lo que he escrito, y releo
cuidadosamente, y confirmo,- a Ud., lleno de méritos, creo que lo quiero:
- a la guerra que en estos instantes me parece que, por error de forma
acaso, está Ud. representando, -no:-
Queda estimándole y sirviéndole
José Martí
Fuente:
www.somoscubanos.com
Enero 30, 2006
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