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Posted on Mon, Aug.
09, 2004
El éxodo de los
balseros: una tragedia que difícilmente se repetirá.
Wilfredo Cancio Isla
El Nuevo Herald
El éxodo que en el verano de 1994 lanzó a 36,000 cubanos al mar rumbo a
Estados Unidos tiene escasas posibilidades de repetirse y habría marcado
el fin de las crisis de emigración desordenada desde la isla, al menos
mientras Fidel Castro permanezca en el poder.
A pesar de las recientes advertencias de Castro sobre el peligro de una
estampida masiva de cubanos como consecuencia del reforzamiento del
embargo estadounidense, los analistas coinciden en que el gobierno
cubano lo impedirá a toda costa, en virtud de los riesgos políticos y
militares de un caos migratorio que ponga en peligro la seguridad
nacional de su poderoso vecino.
Las reglas del juego están sobre la mesa. El pasado año Washington envió
una nota diplomática a Cuba a raíz de una escalada de fugas por mar y
por tierra que sonaron la alarma ante una potencial avalancha migratoria.
Los términos de la comunicación fueron particularmente duros: una ola
migratoria desde la isla sería interpretada como un acto de
confrontación a EEUU.
''Al gobierno de Cuba se le habló claro y duro respecto a un éxodo, que
sería considerado como una acción hostil a este país'', recordó Mel
Martínez, quien formó parte de la administración de George W. Bush y
ahora aspira al Senado. ``EEUU no va a tolerarlo''.
Más allá de la retórica política, las autoridades estadounidenses tienen
previsto un plan de emergencia naval. El plan se actualiza
sistemáticamente y se ha visto reforzado después de los atentados
terroristas del 9/11.
''Definitivamente estamos preparados mejor que nunca'', dijo Luis Díaz,
portavoz del Servicio Guardacostas en el distrito de Miami. ``Tenemos
absoluta confianza que el plan será efectivo en una situación de
emergencia''.
Aunque los pormenores del plan no son públicos, extraoficialmente se
admite que ninguna estrategia está descartada, incluyendo un bloqueo
naval a la isla, pues EEUU no está dispuesto siquiera a permitir una
concentración de balseros en Guantánamo o en otra de sus posesiones
militares debido al alto costo económico y a las implicaciones legales
que estarían en juego tras un reciente fallo de la Corte Suprema.
Los guardacostas se encuentran inmersos actualmente en un
multimillonario proyecto de renovación tecnológica a largo plazo, que va
desde el reemplazo de sus embarcaciones hasta el mejoramiento de los
sistemas de comunicación y la introducción de sofisticadas naves de
rastreo. Díaz admitió que tras el 9/11 ''se ha adelantado mucho'',
particularmente en el trabajo coordinado de todas las agencias federales
vinculadas al control de fronteras.
''Es extraordinariamente difícil que se repita otro tipo de emigración
marítima desordenada'', opino Guarioné Díaz, quien fue el enlace civil
designado por Washington para atender los campamentos de balseros en la
base naval de Guantánamo. ``Las condiciones internacionales han cambiado
drásticamente, la seguridad nacional ha pasado a ser prioridad de EEUU y
Fidel Castro podrá ser temerario, pero no es suicida''.
El sociólogo Ted Henken, profesor de Baruch College en Nueva York,
indica que en las actuales condiciones ``no hay una posibilidad real de
éxodo''.
Henken, quien ha investigado la emigración en el Caribe y el caso cubano
por más de una década, sostiene la tesis de que la preocupación actual
acerca de un éxodo como el de 1994 es desproporcionada. ''Una
preocupación potencialmente más significativa sería la emigración
después de la caída de Castro, durante una ardua etapa de transición, o
bajo una diferente y menos autoritaria forma de gobierno en Cuba'',
apunto el académico.
Según Henken, el resultado más significativo de la crisis de los
balseros y de los acuerdos migratorios de 1994-1995 es el hecho de que
el número legal de cubanos admitidos en EEUU desde esa fecha --unos
200,000-- es mucho mayor a la cifra de inmigrantes ilegales llegados
desde la isla en el mismo período: 10,000.
De hecho, la crisis de los balseros de 1994 marcó el fin de una era por
varias razones. Por primera vez en tres décadas, la política de
fronteras abiertas para los cubanos que huían del régimen comunista dio
un giro radical luego de que el entonces presidente Bill Clinton
anunciara que los balseros serían interceptados en el mar y enviados a
Guantánamo.
La decisión de Clinton, anunciada en medio del incontrolable oleaje
migratorio de agosto de 1994, abrió el camino a los acuerdos bilaterales
y condicionó un nuevo tratamiento para los cubanos en fuga, que a partir
de entonces fueron mencionados más como inmigrantes y menos como
refugiados políticos.
Un abrupto cambio de actitud que acabó con el tratamiento preferencial a
los cubanos y generó la polémica ''ley de pies secos, pies mojados'', un
nuevo muro de contención para los que tratan de llegar ilegalmente a las
costas estadounidenses.
Pero también la ola migratoria de 1994 y la experiencia de los cubanos
enviados entonces a Guantánamo y a la base estadounidense en Panamá, han
dejado un importante arsenal de lecciones legales y comunitarias para
Washington.
''El reciente veredicto de la Corte Suprema de la nación sobre los
prisioneros de Al Qaida en Guantánamo, ha demostrado que teníamos
absoluta claridad cuando reclamamos derechos constitucionales para los
balseros retenidos allí'', manifestó María Domínguez, directora del
Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de St. Thomas.
Domínguez figuró en el grupo de 23 abogados cubanoamericanos que en
octubre de 1994 interpuso una demanda colectiva contra el gobierno
federal reclamando el derecho de los 21,000 balseros detenidos en
Guantánamo y los 8,000 llevados a Panamá a ser procesados como
refugiados políticos. La acción legal se sustentaba en que ambos
territorios eran jurisdicción norteamericana y por lo tanto merecían
protección bajo las leyes de este país.
''Como cubano exiliado, sentí que esa política de exclusión iba contra
todo lo que Estados Unidos representa'', señaló el abogado Frank Angones,
quien integró aquel equipo legal.
La demanda contó también con la participación del abogado Harold Hongju
Koh, profesor de la Escuela de Leyes de la Universidad de Yale y
prominente defensor de los derechos de los refugiados.
Pero en enero de 1995, el Tribunal de Apelaciones de Atlanta dictaminó
que los balseros carecían de derechos constitucionales y su destino
estaba en manos de la rama ejecutiva del gobierno. La Corte Suprema se
negó entonces a escuchar el caso y ratificó la decisión de los jueces
del Onceno Circuito de Atlanta.
Sin embargo, este año la máxima instancia judicial de EEUU determinó que
al colocar a los prisioneros de Al Qaida en Guantánamo, éstos tienen
derecho a un debido proceso legal de acuerdo con la constitución
norteamericana. El argumento sustentado por los letrados es el mismo que
esgrimía la demanda de los abogados cubanoamericanos diez años atrás.
La suerte de los balseros se decidió en mayo de 1995 por decisión
ejecutiva, tras la firma del segundo pacto migratorio bilateral. Clinton
anunció que serían recibidos en EEUU y puso en vigor el programa de
intercepción en altamar.
''Desde el principio sabíamos que al final habría una solución para los
balseros'', comentó Guarioné Díaz. ``Era imposible mantener allí a
30,000 personas indefinidamente por el tremendo costo económico y por lo
que significaba para la imagen internacional de EEUU''.
Se estima que el costo de los campamentos de balseros en Guantánamo era
superior a $1 millón diario.
Domínguez, que viajó 21 veces a Guantánamo y Panamá, señaló que
Washington debía sacar una lección trascendental de esa experiencia
migratoria: si llegara a producirse otro éxodo desde Cuba, la reacción
tiene que ser diferente.
El exilio cubano y las autoridades de Miami se volcaron entonces a
ayudar a los balseros con donativos y programas de capacitación, que
incluían clases de inglés y orientaciones vitales para el
desenvolvimiento en la sociedad estadounidense. Sólo en donativos se
transportaron por avión unas 100,000 libras para suplir las carencias
materiales de los campamentos.
''Pudimos demostrarle al gobierno que la comunidad es imprescindible
para garantizar el asentamiento organizado de los inmigrantes'',
manifestó Domínguez. ``Guantánamo fue lo contrario al éxodo del Mariel
[en 1980], pues gracias a la ayuda de voluntarios los balseros llegaron
a este país con una orientación, sin crear problemas mayores y con un
mínimo de gastos públicos''.
Fuente: El Nuevo Herald
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