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Energía sí,
dependencia no
La Europa postcomunista desconfía y teme que
la situación se le vaya de las manos: Moscú quiere controlar el mercado
energético.
Praga, miércoles 7 de noviembre de 2007. La Unión
Europea y, en especial, sus miembros ex comunistas han creado un frente
legal para evitar que, aunque existan mercados abiertos, empresas con
presencia rusa se apoderen no sólo del sector energético, sino además de
las firmas distribuidoras, lo cual les daría incluso el acceso y control
de los clientes finales.
La voz de alarma sonó a finales de septiembre, cuando Bruselas,
preocupada por los planes de Rusia de comprar gasoductos y otros activos
estratégicos de la industria energética de la Unión, en especial en
países que fueron antiguos satélites soviéticos, adoptó una "cláusula
internacional" que limita el acceso de las empresas extranjeras en el
sector energético y liberalizó el mercado de la energía.
"No se trata de proteccionismo, sino de competencia leal entre todos los
actores. Las empresas extranjeras son bienvenidas a nuestro mercado",
puntualizó en rueda de prensa el presidente de la Comisión Europea, José
Manuel Durao Barroso.
Sin embargo, Moscú reaccionó con furia. "No puedo creer que eso sea
lícito. Rusia usará cualquier recurso legal de acuerdo con la Ley
Internacional para asegurar el igual acceso a los mercados para sus
compañías", declaró Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin, quien insistió
en que su país es un proveedor confiable de energía de Europa
Occidental.
Analistas de la talla de Jefim Fistejn, de Radio Europa Libre, en Praga,
afirman que "en la medida que ha crecido la fuerza económica de Rusia,
el petróleo y los oleoductos y gasoductos han reemplazado las antiguas
divisiones que Moscú solía enviar para mantener bajo control a los
países de su entorno".
No escapa a los ojos de los observadores el modo en que el presidente
ruso Vladimir Putin influye en temas de la política este-europea. A
veces de manera bilateral, como ha hecho en dos ocasiones con Ucrania, a
la que cortó los suministros en pleno invierno alegando razones de pago,
y más recientemente con Bielorrusia, por igual razón.
También el hecho de ser el suministrador clave de energía a Europa
Occidental ha servido a Rusia para vetar la independencia de Kosovo, a
pesar de que la autoridad de Naciones Unidas que administra esa región
ha recomendado esta vía como única solución al conflicto que afecta la
paz en los Balcanes.
Según el analista checo Vladimir Votapek, "los serbios ven la posición
de Rusia en Kosovo como una postura de solidaridad paneslava, pero los
economistas aseguran que se trata de la defensa de los intereses
económicos rusos en los Balcanes y la oportunidad para el Kremlin de
comprobar hasta qué punto puede obligar a Occidente bajo la amenaza del
desabastecimiento energético".
"No debemos olvidar que Rusia suministra a Europa una tercera parte del
petróleo y el gas que consume, y se estima que en 2008 esta dependencia
podría llegar hasta un 70%", añade Votapek. Y no se trata sólo del
petróleo.
Datos del EuroBarómetro indican que los rusos están invirtiendo "a
fondo" desde hace unos años en el Este de Europa, con preferencia en
Centroeuropa. Por ejemplo, los rusos son prácticamente dueños del
norteño poblado checo de Karlovy Vary, fronterizo con Alemania, donde
fluye más el turismo por los famosos baños medicinales que allí se
encuentran. Hasta algunas calles de esa ciudad se identifican con
letreros en idioma ruso.
Hace un par de meses los rusos compraron la aerolínea húngara Malev y
han mostrado interés en hacer lo mismo con la checa CSA. En fecha más
reciente, quisieron meter sus manos en el gigante energético checo CEZ
(Plantas Energéticas Checas, la empresa más rentable del país,
controlada mayormente por el Estado) y el consorcio petrolero MOL
(Empresa Pública Húngara de gas y petróleo), la mayor empresa de gas de
Hungría.
En el país magiar también están interesados en la empresa de
telecomunicaciones y sus subsidiarias en Macedonia y Montenegro, lo cual
les daría acceso a las llamadas de teléfonos móviles y emails de un país
miembro de la OTAN.
Hace unos pocos años, los polacos se quedaron asombrados cuando
encontraron que había cuatro cables de fibra óptica instalados debajo
del oleoducto ruso que pasaba por su territorio. Dichos cables podían
transmitir el contenido de 78.000 enciclopedias por segundo, o registrar
simultáneamente 38 millones de llamadas telefónicas.
Caballo de Troya
Los centroeuropeos desconfían y temen que la situación se les vaya
de las manos. Por eso Polonia, República Checa y Hungría ya han dado los
primeros pasos en este marco de interés e intentan cerrar sus posiciones
entre CEZ y MOL, a fin de crear una alianza estratégica por la cual la
primera pasaría a comprar hasta el 10% de las acciones de la empresa
húngara, para evitar que la austriaca OMV controle MOL.
El gobierno checo, por su parte, rechazó la posibilidad de que se llegue
a vender de manera directa un 7% de las acciones de CEZ, por el temor de
que los rusos consigan esas acciones.
Según el diario checo especializado en economía, Hospodarske Noviny, la
empresa austriaca parece actuar como caballo de Troya, movida por Moscú,
específicamente por Gazprom, una de las megacorporaciones que manejan en
Rusia no sólo el comercio del gas, sino la esfera política.
Esta fuente afirma que en mayo pasado, cuando el presidente Vladimir
Putin visitó Viena, OMV y Gazprom firmaron un acuerdo de cooperación
para el transporte de gas a Europa Central. OMV controla ya el 19% de
las acciones de MOL y quiere aumentar esta proporción.
El citado diario refiere: "El acuerdo entre CEZ y MOL es parte de la
estrategia de los países pequeños de Europa Central por asegurar sus
mercados energéticos. Con esa unión nace un jugador más fuerte en la
región, con más oportunidades de defenderse ante el ingreso del capital
ruso, ingreso que por el posible dominio del mercado provoca muchos
temores entre los políticos checos y europeos".
Según los analistas económicos checos, esa alianza estratégica nace más
de una necesidad política que de un requerimiento real del mercado. El
gobierno húngaro desea defender MOL, pero los accionistas y los mercados
bursátiles no tienen por qué recibir con los brazos abiertos la noticia
de que CEZ entrará en una aventura con ese consorcio, a pesar de que se
diga que calza en la estrategia de expansión para el mercado de Europa
Central y del Este.
Polonia no se queda atrás. Allí la sociedad petroquímica PKN Orlen,
controlada por el Estado y dueña de Unipetrol en la República Checa,
también desea entrar en la partida, no para luchar directamente contra
OMV por MOL, pero sí para dejar sentado que desea cooperar con las
empresas energéticas clave de Europa Central.
El analista Michal Snobr, del JT Bank, habla sobre una cierta "alianza
estratégica" que conoceremos pronto y vaticina: "Si llega a pesar más la
impresión de que la unión nace por un pedido político para resolver un
problema geopolítico y carece de fundamentos económicos, entonces podría
haber una fuerte reacción negativa del mercado".
Lo cierto es que Bruselas desea atajar de manera decidida cualquier
riesgo de que empresas o capital ruso evidentemente vinculado al Kremlin
puedan ganar peso en el mercado de los productos energéticos clave. Y
resulta paradójico que, con ese deseo de defenderse, las mismas empresas
europeas sueñen con aterrizar en territorio ruso para conseguir una
tajada de esas inmensas riquezas energéticas. Por ejemplo, en Rusia ya
se encuentran la italiana Enel y la finlandesa Fortum. Es decir, tarde o
temprano habrá una fusión de empresas, lo que hay que precisar es bajo
qué modelo, quién llevará la batuta y a qué ritmo se avanza.
Situación actual del mercado
Polonia: El consorcio petroquímico PKN Orlen vería con
agrado unirse al competidor local Lottos para enfrentar intentos de
controlarlos.
Austria: Gazprom se afila los dientes y quiere controlar
el consorcio petrolero y del gas OMV.
Eslovaquia: La semiestatal empresa rusa Rosneft obtuvo la
participación que tenía Yukos en Transpetrol, empresa que transporta gas
ruso.
República Checa: El gobierno intenta que los rusos no
ganen influencia en CEZ y teme que puedan conseguir alguna participación
en la empresa Transgas.
Hungría: La empresa petroquímica de MOL vendió su parte
del negocio del gas a la alemana EON, y ésta la intercambió luego con
Gazprom para obtener derechos de extracción de gas ruso.
Está claro que para la Europa postcomunista la dependencia energética de
Rusia es un tema más profundo y delicado que para la Europa Occidental.
No se pueden olvidar los años de sometimiento a la URSS. El escritor
húngaro Sandor Marai describió la llegada de los soldados soviéticos a
su país en enero de 1945 de la siguiente manera: "Por la manera en que
llegan, no parece que quieran ni nuestro trigo ni nuestros cerdos,
quieren nuestras almas".
Fuente: cubaencuentro.com
Por Nilda Navarrete.
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