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Nota: Autoridades
mexicanas en contubernio con inescrupulosos abogados han encontrado una
fuente fácil e ilícita de ingresos en nuestros compatriotas (Balseros)
cubanos. Muy sencillo, les dicen a los balseros detenidos que a cambio
de $10, 000. 00 dólares que sus familiares o amigos le deben enviar
desde Estados Unidos su libertad es inminente y ellos podrán pagar sus
deudas rápidamente una vez en libertad y en Estados Unidos, pero la
realidad dista mucho: Esas mismas autoridades les violan sus derechos
humanos, les roban el dinero y lo poco que tienen, en muchos casos
después de robados los retornan a la isla Gulag comunista. Una
verdadera desvergüenza.
Noticia:
Denuncian engaños a balseros varados en México
El Nuevo Herald. 14 de noviembre del 2007. Después de 27 días perdidos
en el Mar Caribe con un brújula que tenía un error de 30 grados y a
punto de morir de inanición, los balseros cubanos Ángel Ricardo Zamora
Domínguez y su esposa Helen pensaron que la libertad los esperaba en
México.
Tuvieron más razones para creerlo cuando sus familiares en California
pagaron $11,000 a un abogado mexicano que se comprometió a sacarlos en
cuestión de días de una estación de Inmigración en el estado de Chiapas,
a donde fueron enviados a mediados de julio después que los
interceptaron en alta mar.
Pero todo salió mal.
A los 91 días de detención la pareja fue deportada a Cuba y el abogado,
Luis Felipe Mendoza Tallava, no ha dado una sola explicación convincente
para justificar el incumplimiento de su promesa, según Milagros Rosell,
una prima de Zamora.
''Me agarraron de tonta'', explicó Rosell a El Nuevo Herald. ''El
abogado y su esposa se aprovecharon de nuestra angustia por sacar a mi
primo''.
Rosell no es la única decepcionada con el abogado.
Según varios cubanos de esta ciudad que ayudan a compatriotas recién
llegados, varios familiares de balseros en Estados Unidos se están
apresurando a contratar abogados en México sin conocer las verdaderas
posibilidades jurídicas de que liberen a sus familiares.
Según uno de los cubanos solidarios con los balseros que pidió no ser
identificado pues teme por su vida, el desconocimiento de los trámites
jurídicos y la desesperación por sacar a sus familiares conspiran para
facilitar que envíen el dinero rápidamente, muchas veces sin necesidad,
o sin saber que hay casos en los que la deportación es inevitable.
Damaris, una cubana que trabaja en un hotel de Las Vegas preparando y
sirviendo ensaladas por $17 la hora, también considera perdidos los
$5,000 que le envió a Mendoza para liberar a un hermano que fue
interceptado con el mismo grupo el 17 de julio. Era la tercera vez que
lo intentaba.
El dinero se lo prestó un amigo y ahora, para cubrir la deuda, ha dejado
de pagar la hipoteca de su casa, que da por perdida, explicó.
''Están enriqueciéndose a costas de los sentimientos y los sueños de
otras personas, y eso no está bien'', afirmó Damaris, quien pidió que no
se publicara su apellido.
El abogado Mendoza no respondió a varias llamadas de El Nuevo Herald a
su teléfono y al de su esposa.
Rosell contó que había contratado telefónicamente a Mendoza por
recomendación de un tal Frank, un refugiado que compartió la travesía
con su sobrino.
Según su versión, la esposa cubana del abogado, Irina Fonseca Lorente,
conocía a los familiares de Frank en Cuba.
Esa relación le dio tranquilidad a Rosell, que envió el dinero desde Los
Angeles a través de Western Union en dos partes, según documentos que
mostró Rosell a El Nuevo Herald.
Antes de ser deportados, agregó Rosell, el abogado decía que todo estaba
bajo control.
''Una vez me dijo que había roto todos los papeles de deportación de
Ricardo y Helen'', dijo Rosell, ``que ya estaban a punto de salir [en
libertad]''.
El 17 de octubre por la madrugada a sus parientes los maniataron con
cinta adhesiva y los deportaron por avión a la isla con 130 refugiados
más.
Cuando Rosell se enteró de que habían deportado a sus familiares, llamó
a Mendoza a reclamarle y éste le dijo que le habían prometido que
enviaría a la pareja a la capital mexicana, pero que no se preocupara,
que él presentaría una demanda para pedir a Cuba la extradición.
''En ese momento me di cuenta que me había engañado todo este tiempo'',
afirmó Rosell.
Las leyes mexicanas dictan que los refugiados cubanos interceptados en
alta mar son deportados a Cuba. Los que logran tocar territorio mexicano
tienen derecho a un permiso de 30 días para permanecer en el país y
luego abandonarlo voluntariamente hacia el país que decidan.
Un funcionario de inmigración en Cancún, que pidió no ser identificado,
explicó a El Nuevo Herald que teóricamente en ninguno de los dos casos
se requiere un abogado pues los que son detenidos en el mar no tienen
derecho a apelar la deportación, y los que logran tocar tierra el
trámite del permiso cuesta $1,000, que el refugiado puede pagar
directamente en las oficinas de los bancos autorizados.
La abogada Patricia Morales Pando, especialista en inmigración de
Monterey, se mostró sorprendida al enterarse de la intervención del
abogado Mendoza.
''Eso parece muy turbio'', explicó a El Nuevo Herald. ''No parece que el
abogado hubiera hecho alguna gestión además de cobrar una suma que me
parece muy alta''.
Zamora, un barbero de Bayamo de 28 años y su esposa, Helen Guerra,
maestra de niños incapacitados, de 23, salieron de Manzanillo, en la
antigua provincia de Oriente, en compañía de otras 10 personas a bordo
de un bote fabricado por ellos de seis metros de eslora y uno de ancho.
Su plan original era llegar a Honduras, pero a los tres días el motor se
descompuso y quedaron a la deriva. Esa falla, agregada a las malas
condiciones del tiempo y a una brújula averiada, los desvió de rumbo,
explicó Zamora desde Bayamo.
''Estábamos muy débiles, no teníamos qué comer, pero pensar en la
familia nos daba ánimo'', dijo Zamora.
Su esposa leía la Biblia y oraba en voz alta, pero como algunos de los
balseros no sabían rezar les pidió que se limitaran a responder amén.
En medio de la zozobra, el primo de Domínguez, Ricardo Domínguez, sufrió
un infarto y murió. Otro pasajero murió ahogado. Después de 27 días, un
operario del barco pesquero Pescamex 56 los divisó y los transbordó a
una patrulla de la Armada de México 370 kilómetros al noroeste de Puerto
Progreso, en Yucatán.
Rosell viajó con su esposo Rúl de Los Angeles a Mérida para ver a su
primo y su esposa. Les llevó mudas de ropa nueva, que no pudieron llevar
al regresar a Cuba el día que los guardias los despertaron a gritos para
anunciarles que regresaban a la isla.
''Dios sabe lo que hace y todo lo ponemos en sus manos'', le escribió
Zamora a su prima desde Bayamo, donde ahora atiende la barbería Salón
Moderno.
Fuente: © 2007 El Nuevo Herald.
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